sábado, 6 de junio de 2015

Eduardo Sosa contesta

Hola...queridos naùfragos tinteros! Nunca màs cierto eso de que"...los últimos seràn los primeros" Aquì estoy si me llaman y màs aùn si es para seguir desangrándonos juntos, en esta batalla inacabable por contagiar nuestros sueños oscuros...Un abrazo!!!

INVOCACIONES


... -Escribe para mí...- Me dijo. Y le creí. Le creí porque aún tenía el entusiasmo del novato. Del que, aunque en su fuero interno, intimo, sabe que es bueno escribiendo, se impone a si mismo, cientos de barreras. Emocionales la mayoría. Había ganado un par de concursos que en los últimos cinco años, me llenaron de satisfacción, no de dinero. Aún así, mi ambición pasaba por encontrar las palabras justas, proféticas, llenas de oropeles y giros sintácticos que salieran al mundo como hijos pródigos. Palabras que fuesen entendidas por la gente común y los eruditos en la materia. En cientos de idiomas. Por diferentes culturas. En ciento de idiomas. Luego de eso, quizás podría retirarme a descansar. mi mente y mi alma. Dedicarme sólo a permanecer, con un nombre y una obra, en el corazón de mis admiradores. Curiosos. Ávidos de volver a leerme. Y esta parecía ser la oportunidad. La que todos esperamos. La que, según dicen, sólo se presenta una vez. Su traje estaba impecable. El peinado, sin embargo, con todo un negro cabello tirado hacia atrás, brillante azabache, decorando una frente amplia, parecía antiguo para esta época. Demasiado lustroso. Lo que impresionaba, sin embargo, de ese rostro, eran sus ojos. Bajo espesas cejas. Ojos gatunos, verdes. Una nariz recta y cortada a cincel. La boa ancha, carnosa, sobre un mentón, podríamos llamarlo, recto y un gracioso y apenas perceptible, hoyuelo en él. La piel olor morena, de tipo oriental. ¿Iraní, Norafricano, Portugués...? Hombros anchos. Alto. Su mano izquierda aferraba un maletín negro. La otra, la derecha, se extendía, abierta, esperando estrechar la mía. Así, sin más. Estaba parado frente a mí, en el hall de casa. "Escribe para mí..." Había dicho y su voz era firme. Convencido íntimamente de que yo no me negaría. De que no podría negarme... -Perdón...? Buenos días...Ud. es...?- Le repliqué, estrechando su mano. Estaba fría. Fueron segundos de indecisión los que me recorrieron como una descarga eléctrica. La casa, la calle, la gente, los árboles, el ruido normal de las cosas alrededor y la visión de ellas, se tornaron borrosas, Sólo su figura y ahora su sonrisa, se recortaban frente a mis ojos. Le solté, tal vez, bruscamente la mano y él volvió a hablar.-¿Es tan importante el nombre de alguien..? Buenos días, llegué hasta Ud. por referencias de un librero amigo, alguien que conoce muchísimo de literatura y...aunque Ud. no lo sepa ó lo crea, quedó admirado de su prosa...Marcus, es mi nombre...Marcus Robertson...- Yo sabía que mentía. Aún hoy, estoy seguro que si en ese instante, le hubiese dicho que se fuera, que no me interesaba su propuesta, tal vez estaría horriblemente arrepentido. Curly, el escuálido gato negro que hacía las veces de amo de llaves en mi solitario y húmedo departamento, maulló lastimeramente. Saltó de la mesita del teléfono, ubicada junto a la escalera que llevaba a la planta alta, con pasos y giros silenciosos, elegantes. Se arrebujó entre sus piernas. Los animales entienden. Aceptan o no a las personas. Marcus se inclinó, depositando su maletín displicentemente en el piso. Acto seguido, alzó con una exagerada ternura al gato. Todo parecía natural. Los gestos, la familiaridad entre ellos. El extraño allí, parado en la entrada...era yo. -Amo a los gatos...y ellos a mí.- Murmuró sin dejar de observar la amplia estancia y sin interrumpir las caricias al minino, que ronroneaba. Tocó, cual una suave referencia de asombro, la brillante madera de los pasamanos. Su nariz olfateaba el aire. Sonrió, cerrando los ojos. -Este aroma me es familiar...y grato.- Dijo. En aquel momento sus palabras no me sobresaltaron. Tiempo después las recordaría. -¿Cuál es tu estudio, dónde creas a ... tus personajes?- Me interrogó. Yo aún estaba atontado. Sabía que tenía que reaccionar y preguntar un montón de cosas, pero no podía. Las palabras me ahogaban. La atmósfera se tornaba cada vez más irreal... Giré lentamente hacia el amplio living. Detrás de mí sonaron sus pasos, siguiéndome. No tenía, ni debía sentirme obligado con él. Estaba permitiendo el ingreso a mi casa a un completo extraño, alguien que llegó hasta mi umbral (...y mi vida.), de improviso. Pero no tenía miedo. Una rara familiaridad flotaba entre él y yo. Curly seguía ronroneando entre sus brazos. Pasamos a la biblioteca y nos detuvimos frente a los altos estantes que se empotraban a la pared. Cientos de libros dormían sus sueños de fantasía e historias reales, de poemas, ensayos y novelas. El gato saltó suavemente hasta el escritorio. Esquivando bolígrafos, lápices, la pantalla de la computadora, dos retratos y una botella de coñac, que todas las noches me acompañaba a través de mis mundos, fuera de este mundo... -Excelente. Es un ambiente ideal...- Habló de nuevo Marcus. Se deslizó hasta tocar con sus manos reverenciosamente los libros en los estantes. Cerró otra vez sus ojos. Se notaba que estaba disfrutando del momento. Como si toda su vida se hubiese preparado para esto, como si el hecho de que yo aceptara su propuesta, no importara demasiado. -¿Qué escribes...?- Dijo ahora. Observando sobre el escritorio, unos papeles llenos de frases a medio terminar y otras tachonadas. Con la premura y el celo de un artista, me dispuse a tomar esos borradores y...(aún no sé porqué), le relaté una sinopsis de mi futuro cuento, ése que daría pié a otros, quizás más tenebrosos, de una serie que hubiese dado en llamar: "Antes de la medianoche..." -¿Se lo leo...?- Pregunté ahora yo, casi hipnotizado por la firmeza de esa mirada que, sí, parecía estar seguro de que lo mío en literatura, era muy interesante y bien escrito. Además, si la intención era aceptar aquella extraña propuesta, él debería conocer cuál era el estilo que mejor manejaba yo. -Trata sobre un escritor, el cual, llegado al ocaso de su vida...-Comencé a leerle.-...toma la decisión, quizás absurda y temeraria, de invocar a un ángel a través de antiguos conjuros cabalísticos, para que le ayuden a triunfar en esta larga y dificultosa tarea de escribir...- Mientras mi voz retumbaba en la silenciosa sala, una de sus manos acariciaba a Curly, seductor y ajeno a casi todo, la otra salió del bolsillo izquierdo de su chaqueta y depositó una extraña medalla plateada frente a mis ojos...que empezaron a parpadear y a agrandarse. -Lamentablemente...- Proseguí leyendo y mirando alternativamente aquel extraño amuleto.-...el viejo escritor mezcló las fórmulas del conjuro secreto y a su casa se presentó un demonio, dispuesto a robarle su identidad para seguir escribiendo, pero...eso sí...únicamente manuscritos de horror y sangrientos, desde el más allá...- Cuando levanté la vista para centrar mi atención en él y en ese pequeño medallón, sólo alcancé a ver...(y sentir...) cómo su mano derecha quebraba de un golpe seco e impiadoso, el cuello de mi gato. Marcus sonrió y una hilera de dientes afilados, filosos y amarillentos decoraban su boca...la carcajada me hizo estremecer. El espanto sacudió mi gastado corazón. Los médicos que llegaron hasta aquí, cuarenta y ocho horas después, cuando el hedor de mi cadáver inundó la calle, certificaron que fue un infarto… A Curly no lo hallaron hasta una semana después, lleno de gusanos, entre algunos trastos viejos en el desván. Ningún vecino dijo haber visto a nadie, ni a Marcus, el extraño visitante que venía a proponerme el éxito. Termino de escribir este relato y vuelvo a habitar las sombras, es el único refugio que tengo de aquí en más, luego de tratar de invocar a fuerzas que no se pueden controlar... Al fin y al cabo, terminé escribiendo para él y para ti...que lees.

1 comentario:

  1. El cuento me atrapó desde que comencé a leerlo y no lo he podido dejar hasta llegar a su final. Y eso tiene su mérito. No cualquiera atrapa al lector.

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